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Me la mamó mi suegra

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Estábamos  almorzando en la casa de campo, sentados a la mesa estaba mi familia, es decir, mi esposa, mi hija y yo, la familia de mi cuñado, su esposa y sus 2 hijos, además de mi suegra.

    • Oiga dice mi concuñada mirándome desafiante desde el otro extremo de la mesa, y sin mediar ningún motivo previo de conversación, usted estaba agitando sabanas a lo rico esta mañana en la cama. No es cierto? Yo lo vi a través de la ventana del cuarto y estaba también mi suegra. ¿No es cierto doña Fabiola?

 

    Sí, es cierto. Respondió doña Fabiola, mi suegra. Una mujer de 65 años. Más o menos bien conservada.

Pues resulta que  estas 2 junto con mi mujer estaban haciendo el desayuno., mientras yo seguía en mi cuarto durmiendo. Cuando desperté estaba excitadísimo, porque estaba soñando que me comía a una muchacha que había visto en la piscina el día anterior.

En mi excitación, me masturbé con pasión debajo de las sabanas, imaginando que aquella chica me lo mamaba, primero,  y que después la crucificaba con la postura del pollo asado, es decir yo encima de ella poniéndole sus rodillas en los hombros y dándole con todo.

A este hecho se refería mi concuñada.

La muy zorra desde hace tiempo se me ha venido insinuando, y como quiera que no le he prestado atención, porque no es mi tipo; tiene un culo súper plano, no tiene caderas, lo único medio bueno que posee es un par de tetas voluminosas, pero que no le dan para que me la coma. Y como quiera que no le he prestado atención, la ha tomado contra mí, haciéndome quedar en ridículo siempre que puede en las reuniones familiares, contradiciendo cosas que yo digo haciendo comentarios despectivos. Y como ya sobrepasé los 50 años siempre dice que a esta edad ya no se me para.

Pues, no me había dado cuenta hasta ese día, que esta zorra me ha venido fisgoneando siempre. Pues me puse a hacer memoria y varias veces me la he encontrado detrás de las puertas o ventanas, actitudes que yo había tomado como coincidencias, y creía que ella solo estaba pasando por ahí.

Pues, esta zorra se asomó a la ventana y vio en la faena de autoflajelo en que yo estaba, cuando pasó mi suegra hacia el baño (como me lo contaria Fabiola después), y la zorra no teniendo más motivo para explicarle por qué estaba en la ventana le dijo a mi suegra:

    Mire doña Fabiola lo que está haciendo su querido yerno.

Entonces ambas se quedaron ahí paradas observándome hasta que terminé.

Al comentario en la mesa, respondí:

    Si, y que pasa?.

No dijo nada, y mi suegra guardó un prudente silencio.

Cuando regresamos a nuestra casa de la ciudad, me  vine pensando en lo incomodo de la situación y lo penoso que me sentiría cuando la zorra en la próxima reunión de la familia hiciera comentarios al respecto. Pensé que respondería que tengo mucha testosterona, que aquello contradecía sus comentarios de que ya no se me paraba, que la masturbación es deliciosa, etc.

Ya tenía mi libreto para defenderme.

A los dos días, pasó por nuestro apartamento mi suegra a visitarnos y a almorzar. Dijo que ella prepararía el almuerzo.

Era un día laboral normal. En la semana yo voy 2 días  a almorzar a la casa, mi esposa también trabaja,  va a almorzar todos los días a la casa. El almuerzo lo hace ella desde por la mañana. Así que usualmente almorzamos y esperamos a que llegue la ruta de nuestra hija, quien almuerza y después se queda sola por la tarde.

Llegué a las 11:30 am al apartamento y mi suegra estaba en la cocina. Desde aquel día del comentario de mi concuñada no habíamos vuelto a vernos ni a hablar. Por lo que yo estaba expectante en la actitud que ella tomara con migo. Me  dirigí a saludarla y ver su actitud. Yo estaba un poco incómodo.

Nos saludamos normalmente, de beso en la mejilla, como siempre lo hemos hecho y me dijo que me serviría un café, como normalmente lo hace. Me tranquilicé con esta actitud despreocupada de me suegra.

Me senté en el sofá de la sala  a ver un folleto de rebajas que me dieron en la portería del edificio.

Se acercó, me dio el café y sintió curiosidad por lo que yo estaba leyendo. Se sentó a mi lado y señalando la foto de un pernil de cerdo me dijo:

    Este es el que q quiero hacer para navidad

Le entregué el folleto para que lo siguiera viendo, ella lo miró pero sin retirarlo de mis piernas donde lo tenía. Para seguir leyéndolo apoyó sus manos en mis piernas con confianza, en una clara actitud de querer tener contacto físico con migo.  Y me quedé quieto, como quien no se da cuenta de lo ocurrido y también seguí viendo el folleto a medida  que ella pasaba las hojas. Al contrario de lo que pudiera sentir antes, me sentí cómodo.

Cuando terminó de pasar las hojas del folleto, lo dejó en la mesa y fue a la cocina a terminar de hacer el almuerzo.

Me quedé pensando. Yo esperaba algún reproche por lo que había visto en la ventana, que me hiciera algún comentario de preocupación o algo así, pero ocurrió todo lo contrario. Si se me acercó en esta actitud y no me dijo nada, es porque lo que vio a través de la ventana le gustó, concluí. Y me sentí excitado y feliz, porque ya tendría un cómplice para cuando tuviera que responder los comentarios de mi concuñada.

Era miércoles, y quedó de pasar el viernes por la mañana para ayudarnos a llevar ropa a la lavandería y a hacer el almuerzo.

El viernes me levanté a eso de las 8:30 am, mi mujer ya se había despedido con rumbo a su trabajo, mi hija estaba desde las 6am en el colegio. Por lo que estaba yo solo. Entré al baño e hice mi rutina de siempre, me afeite y me duché. Fui al cuarto y me vestí, cuando estaba en esto sentí que la puerta de apartamento se abrió y se cerró. Era mi suegra que llegaba a las labores antes comentadas.

Ya vestido me dirigí a la sala comedor para desayunar. Ella estaba sentada en el sofá, cuando me dirigí hacia ella para saludarla noté que no me quitaba la mirada de mi entrepierna. Le dí el beso en la mejilla con los buenos días. A diferencia de siempre, estaba muy callada y veía que era notoria una mirada de terror en sus ojos. Le hice varios comentarios intrascendentes, que no respondió. Me seguía mirando con esos ojos de susto y ya estaba empezando a preocuparme.

Tratando de tomarle el pelo para distencionarla y que me dijera que le pasaba, me paré frente a ella le dije:

    • Doña Fabiola quien se murió?. Por qué está así.

 

    • Ay, Eduardo, me respondió poniéndose de pie frente a mí, sin dejar la mirada de terror.

 

    No he podido sacar de mi cabeza la imagen de la casa de campo.

Entendí perfectamente que se refería a lo que había visto. Le respondí:

    • Y que no ha podido sacar de su cabeza?

 

    • Lo que usted estaba haciendo, me dijo.

 

    • ¿Le preocupa que me masturbe?.

 

    No, no es eso….. dijo ella.

Si no le preocupaba que me masturbara y viendo su actitud del día anterior, relajada con sus manos en mis piernas, inmediatamente concluí que al verme masturbándome, no solamente no le preocupaba, sino que se había excitado.

Tome sus manos en mis manos en ademan de darle tranquilidad.

En actitud de falsa modestia le dije:

    Doña Fabiola, usted pertenece al selecto grupo de las mujeres que han visto mi verga y no la olvidan….

Diciéndole esto, acerque sus manos a mi entrepierna para que sintiera mi verga.

Inclinó su cabeza en mi pecho y comenzó a acariciarme a través del pantalón.

Ven, le dije, mientras me bajaba los pantalones y me sentaba en el sofá.

    Quieres alborotar a este animal en reposo, no es cierto?.

Le dije mientras tomaba el pene y se lo mostraba.

    Si, eso quiero hacer me dijo con desesperación. Mientras caía arrodillada frente a mí.

Tomó mi verga en su mano derecha, acariciándola suavemente, mientras con la otra me acariciaba las huevas.

    Escúpele saliva para que se lubrique, dije.

Lo hizo. Con esta lubricación, su trabajo se hizo más fácil, su mano subía y bajaba sobre los pliegues de mi verga, que se fue poniendo dura hasta alcanzar su máxima expresión.

    • Son 18 centímetros de hierro puro Fabiola. Dije

 

    • En tu vida, ¿si has visto vergas como esta?, le dije con sorna.

 

    • En mis mano no. Respondió

 

    Disfrútala, perra. Dije

Ella sin despegarle los ojos, con la mano le hacia el recorrido completo desde el glande hasta el contacto con las pelotas. Y después en sentido inverso, desde la raíz hasta la cabeza.

    Mámala, perra. Le ordené.

La metió en su boca mamándola con codicia.

    • Eso perra, así.

 

    Saboréala. Es toda para ti.

Y seguía mamándola.

    • ¿te gusta mi verga?. Dije.

 

    • Si, papito. Respondió sacándola de su boca.

 

    • Estoy arrecha, muy arrecha. Me dijo con desesperación.

 

    Sigue mamando perra, dije tomando su cabeza para hundirle mi verga en su garganta.

Tosió un poco, pero no se quejó y siguió en su faena.

    • La quiero adentro, quiero que me la metas toda. No aguanto más. Me dijo, mientras se subía la falda y se quitaba los panties.

 

    • Noooo, hoy me la vas a mamar. Otro día te doy por esta chocha. Dije mientras hundía mi dedo anular en su húmeda vagina.

 

    Ay, ay atinó a gemir.

Saqué mi dedo dentro de su chocha caliente. Volví a hacer que se arrodillara frente a mí y que siguiera mamándomela.

    En otra ocasión, hoy voy a derramarme en tu boca y te tragaras mi semen. Dije.

Siguió mamándomela.

    Pero tú si te puedes acariciar. Dije, mientras tomaba su mano y la dirigía a su chocha.

Entendió lo que tenía que hacer. Mientras me mamaba la verga con pasión, ella se masturbaba y cada vez gemía más.

    • Rico perra, eres una campeona. Dije.

 

    Mi verga es toda tuya, mámala, así, rico.

Se incrementaron sus sollozos de placer.

    • Chilla perra, chilla de placer.

 

    Goza perra, goza. Dije en el momento en que ella dejaba escapar un chillido prolongado y su cuerpo temblaba.

En ese momento dejó el movimiento y solo mantuvo mi verga en su boca.  Esperó a que pasara el momento del éxtasis para volvérmela a mamar, pero ahora con ritmo más acompasado y menos desesperado.

    Vamos Fabiola, dale tu puedes. Dije

Solo sacó la verga de su boca para responder:

    Sí.

Con la corrida que tuvo, yo ya estaba a mil.

    Vamos perra, dale, quiero inundar tu boca de semen.

Sin sacar mi verga de su boca solo respondía con un:

    • Mmmm, que quería decir que sí.

 

    • Quiero que te lo tragues todo.

 

    • Mmmm, respondía ella.

 

    • Vamos, métela hasta la garganta

 

    • Mmmmm

 

    • Quiero sentir tu garganta

 

    • Mmmmm

 

    Si, siiiii le dije mientras soltaba el chorro de semen en su boca

Escuche un chillido de sorpresa. Siguió mamándomela mientras me miraba lascivamente. Así por un rato, sin sacarla de su boca, mientras mi verga se distencionó.

    • Cuando me la vas a meter?. Preguntó la muy perra.

 

    Otro día. Respondí. Otro día.

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